José Maria de Alejandro, “Gnoseología“
Toda ciencia exige un método, y todo método lleva consigo un problema, ya que el método consiste en poner con orden ideológico una cuestión, es decir, poner en cuestión una cosa. De ahí la palabra problema, del griego pro-bailo, proyectar, lanzar una cuestión a la discusión. Y por eso Aristóteles definía el problema como método (aporía, aporética, estado de perplejidad, du-bitatio), el preguntarse dentro de un orden inteligible y recto.
Esta definición es correcta y lógica. Al presentarse el problema, es decir, la a-poría o la du-bitatio, se le abrían a la mente varios caminos mentales y se hallaba sin camino (a-poría), la mente se paraba ante el bivio mental (du-bitatio), y entonces se preguntaba (se orientaba) qué camino debía seguir (método) para sobrepasar todas las aporías posibles, dentro de un orden inteligible y lógico, y llegar así a la tesis, de donde nacía el sistema.
Todo problema, pues, se halla entre el dato y la tesis; nace exactamente cuando, a la vista del fenómeno (el dato, la cosa que se nos aparece), nos preguntamos el porqué del mismo. Toda tesis es la respuesta que se da a ese porqué, y todo sistema es una jerarquización lógica de tesis.
Ante estas nociones nos hallamos con la sorpresa gnoseológica de que problema no es más que una pregunta racionalmente justificada, y que sistema es una respuesta lógica y organizada a esa pregunta.
De aquí se derivan elementos muy importantes para el concepto de ciencia; mas por el momento no podemos, por las mismas exigencias de la Gnoseologia, detenernos en ellos.
Pero es oportuno indicar, para caer en la cuenta de ciertas dificultades históricas en el problema del conocimiento, algunas consecuencias claras de la noción elemental expuesta.
Y la primera es, según el mismo Aristóteles, que no todas las preguntas germinales de las que brota el problema son fácilmente inteligibles, y por lo tanto dificultan el camino a seguir.
La segunda es que cuando el filósofo no se atiene al sentido inicial propio y exclusivo del problema, vicia radicalmente toda investigación y todo sistema, haciendo totalmente imposible todo término resolutivo de la cuestión propuesta.
La tercera es que quien ni conoce el problema (inteligibilidad de la pregunta), ni conoce los caminos de solución, está imposibilitado para toda problemática, para toda solución y para todo sistema; la a-poría no se convierte en método, y queda hundido en el barro blando y pegajoso de la duda1.
El existencialismo ha enriquecido el concepto de problema al descubrir dos problematicidades: la problematicidad-problema, una cuestión en la que el investigador no se halla vitalmente envuelto y comprometido; y la problematicidad-misterio, una cuestión que se ataca directamente por una reflexión penetrante sobre unos hechos que afectan vitalmente al ser mismo del pensador.
En nuestra concepción humanística de la Gnoseologia, el problema del conocimiento tiene mucho de problematicidad-misterio, por ser un problema en el que el hombre como suppositum cognoscens se halla integralmente comprometido. ↩