Por el contrario, cuando esa vida que sabe lo que quiere en la experiencia sufriente de su necesidad es sustituida por la estructura económica y social de la sociedad como principio pretendido de esa genealogía, es decir, nuevamente, por un estado objetivo que, como la materia, no es susceptible en sí mismo de producir idea alguna, la condición de posibilidad de la genealogía se pierde, la continuidad entre vida y pensamiento se rompe. Tal sustitución puede y de hecho es revindicada como propia de algunos textos famosos, y especialmente del Prólogo de la Crítica de la economía política, que hablando de las relaciones sociales, ellas mismas condicionadas por las fuerzas productivas, declara: “El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva un edificio jurídico y político y a la cual responden formas determinadas de la conciencia social”12. Aquí aparece el carácter decisivo del análisis que, recusando la definición objetiva de las relaciones sociales, mostrando que las determinaciones de clase precisamente no son otras que las determinaciones de la vida, permite comprender cómo una de esas determinaciones, por ejemplo una vida limitada, produce cierto pensamiento. El texto que citamos del Prólogo tiene un valor de resumen, considera globalmente, desde el exterior, la actividad productiva de los individuos, y es de esa actividad, en esa presentación objetiva, que se dice que es una “estructura” sobre la cual se eleva el edificio de la ideología. Pero cuando de lo que se trata es de hacer posible la formación de ese edificio, es decir de la genealogía efectiva, el análisis de Marx ya no se refiere a la objetividad de la estructura sino a la naturaleza interior de la praxis. El edificio [Überbau] –lo que los marxistas llaman impropiamente la “superestructura”– no es más que la conciencia de los individuos, y lo que la funda son esos individuos mismos en la determinación concreta de su existencia efectiva. El movimiento del Prólogo es el movimiento del pensamiento desde la constatación exterior de la genealogía hasta la aprehensión de su posibilidad interior. Prosigue: “No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, es por el contrario su existencia social la que determina su conciencia”3.
…La estructura objetiva de una sociedad en un momento dado de su historia es la única que puede decirnos lo que piensan los hombres que viven en ella y por qué lo piensan. La estructura económica y social es la que funda la “superestructura” política, jurídica, filosófica, etc. y la determina por completo. Por eso el análisis debe cambiar de plano, o más bien de naturaleza. En lugar de ser la simple lectura de las representaciones conscientes y de pretender explicar unas por otras o por la conciencia, es decir otra vez por ellas mismas, se trata de comprender por qué esas representaciones pudieron ver la luz en tales circunstancias. “Las ideas y las creencias de cada época, escribe Engels, se explican igualmente del modo más simple por las condiciones de vida económica de esa época y por las relaciones sociales y políticas que derivan de ellas”4. A una fenomenología de la conciencia a la cual es dado en definitiva compartir la ilusión de una época sobre sí misma5) y que como tal permanece afectada de una ingenuidad que no acertaría a reducir por sus propios medios, se opone el análisis científico de la realidad, que va más allá de su apariencia ideológica y da cuenta de ésta. Esta sustitución de la fenomenología por la ciencia, este rechazo de la ideología por la teoría, es la ruptura ideológica claramente indicada por Lenin en su artículo sobre el marxismo. “Marx abrió el camino de estudio… agrupamientos sociales y económicos… que revelan el origen de todas las ideas y de todas las tendencias sin excepción en el estado de las fuerzas productivas materiales”6.
Pl, I, 272-273. ↩
Karl Marx, Œuvres, Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, Paris, 1963 (seguido del número de tomo). ↩
Pl, I, 272-273. ↩
Engels, en su artículo “Karl Marx”, para el Almanach populaire de W. Bracke (1878); in Riazanov, Karl Marx, hombre, pensador y revolucionario, op. cit., 22. ↩
A esta fenomenología de la conciencia se remite la antigua concepción de la historia de la que habla Marx y que “por lo tanto sólo ha podido ver en la historia grandes acontecimientos políticos y luchas religiosas y en general teóricas, y en particular ha estado obligada, para cada época de la historia, a compartir la ilusión de la época” (La ideología alemana, Costes, VI, 187; ES, 71 ↩
In Riazanov Karl Marx, hombre, pensador y revolucionario, op. cit., 84. ↩