Bernard Stiegler – La técnica y el tiempo I – El pecado de Epimeteo

Excertos da tradução em espanhol de Beatriz Morales Bastos

El objeto de esta obra es la técnica aprehendida como horizonte de toda posibilidad futura y de toda posibilidad de futuro.

Esta cuestión parecía todavía secundaría cuando hace diez años yo esbozaba sus primeras formulaciones. Hoy traspasa todas las interrogaciones y su importancia se impone a todos. Reclama un trabajo cuya urgencia se sopesa todavía, no obstante la vivacidad de los desafíos y de las inquietudes que suscita, tarea de largo aliento sin duda apasionante, pero que requerirá una difícil paciencia, traspasada como está por una sorda, necesaria y peligrosa impaciencia. Quiero advertir aquí al lector de esta dificultad y de su necesidad: en su origen mismo y hasta ahora, el filósofo ha rechazado la técnica como objeto de pensamiento. La técnica es lo impensado.

Las reacciones, inmediatas o mediatas y mediatizadas, “epidérmicas” o calculadas, que provocan los extraordinarios cambios cuyo escenario es nuestra época y cuyo factor dinámico más poderoso lo constituye la técnica, deben ser superadas imperativamente. El tiempo presente es arrastrado en el torbellino de un sordo proceso de decisión (krisis), cuyos mecanismos y tendencias siguen siendo oscuros, y que hay que esforzarse en hacer inteligibles al precio de un esfuerzo considerable tanto de anamnesia como de meticulosa atención a la complejidad de lo que suceder, los resultados que aquí se presentan todavía no son más que un intento no menos tanteante que decidido: el tanteo (y la mano que lo permite) es el objeto mismo de esta reflexión.

La vehemencia del tiempo es tanto más paradójica cuanto que, debiendo dar paso a la evidencia de un futuro, nunca la inminencia de una imposibilidad futura había parecido tan grande. La necesidad de un cambio radical de punto de vista y de actitud suscita tantas más reacciones cuanto que es ineluctable. Resentimiento y negación constituyen a un tiempo factores de podredumbre y tendencias irreductibles que fueron situadas por Nietzsche y Freud, hace ahora un siglo, en el centro de sus meditaciones. Nunca antes de ahora se habían visto estos elemento tan ampliamente ilustrados. El lector debe saber, pues, que esos autores, raramente citados en esta obra, están en el centro de las perspectivas que he intentado abrir.