Bernard Stiegler – Técnica e Tempo (Introdução)

STIEGLER, Bernard. La Técnica y el Tiempo I. El pecado de Epimeteo. Traducción: Beatriz Morales Bastos

Introducción general

“¿Admite usted esta certidumbre, que nos encontramos en un momento decisivo?

-Si es una certidumbre, no es un momento decisivo. El hecho de pertenecer al momento en el que se verifica un cambio de época (si lo hay), se apodera también del saber seguro que querría de Terminarlo, haciendo inapropiadas tanto la certidumbre como incertidumbre. Nunca podemos eludirnos menos que en semejante momento: esa es, en primer lugar, la discreta fuerza de un momento decisivo.” Maurice Blanchot

En el albor de su historia, la filosofía aisla techne y episteme que los tiempos homéricos no distinguían todavía. Este gesto está determinado por un contexto político en el que el filósofo acusa al sofista de instrumentalizar el logos, como retórica y logografía, medio de poder y de no-lugar del saber1. La esencia de los entes técnicos en general se enuncia sobre la herencia de ese conflicto en el que la episteme filosófica lucha contra la techne sofística, desvalorizando con ello cualquier saber técnico:

“Cada ser natural tiene en sí mismo un principio de movimiento y de fijeza, unos respecto al lugar, otros respecto al crecimiento y decrecimiento, otros respecto a la alteración […] [mientras que] nada que sea fabricado tiene en sí el principio de su fabricación.”

Ninguna causalidad anima por sí misma a los entes técnicos, y la técnica es analizada en términos de fines y de medios a partir de esta ontologia, lo que también quiere decir que ninguna dinámica pertenece en propiedad a los entes técnicos.

Mucho más tarde, Lamarck distribuye los cuerpos en dos grandes dominios: por un lado, la físico-química de los seres inertes; por otro, la ciencia de los seres orgánicos. Hay

“dos clases de cuerpos. Lo inorgánico, es lo no viviente, lo inanimado, lo inerte. Lo orgánico, es lo que respira, se nutre, se reproduce; es aquello que vive y que está “necesariamente sometido a la muerte” [Lamarck, Filosofía Zoológica, tomo 1] Lo organizado se identifica con lo viviente. Los seres se separan definitivamente de las cosas.”

A las dos regiones de entes corresponden dos dinámicas (la primera es la mecánica; la segunda es la biología) entre las que el ente técnico no es más que un híbrido sin mayor estatuto ontológico que en la filosofía antigua. Una serie de objetos fabricados a través del tiempo es testimonio de una evolución debido a que la materia recibe accidentalmente la marca de la actividad vital, v el ente técnico pertenece esencialmente a la mecánica, testimoniando sin más el comportamiento vital del que él no es más que una huella desprovista de espesor.

Considerando la posibilidad de una tecnología que haría la teoría de la evolución de las técnicas, Marx esboza un nuevo punto de vista. Y Engels evocará una dialéctica de la herramienta y de la mano que trastorna la división entre lo inerte y lo inorgánico. La arqueología descubre entonces objetos fabricados muy antiguos, y a partir de Darwin los orígenes del hombre se convierten en un verdadero problema. Kapp desarrolla su teoría de la proyección orgánica, que a finales del siglo XIX inspirará a Espinas. En el momento en que los historiadores de la revolución industrial empezaron a tener en cuenta el papel desempeñado por la nuevas técnicas, la etnología no tardará en acumular tanta documentación sobre las industrias primitivas que acabará por imponerse la cuestión de un devenir técnico, irreductible a la sociología, a la antropología, a la historia general o a la psicología. De ahí obtendrán Gille, Leroi-Gourhan y Simondon los conceptos de sistema técnico, de tendencia técnica y de proceso de concretización.

Entre mecánica y biología, el ente técnico se convierte en un complejo integrado por fuerzas heterogéneas, mientras que el desarrollo industrial viene a conmocionar tanto el orden del saber como la organización social, y la técnica conquista un nuevo espacio en el examen filosófico como resultado de una expansión tal que la ciencia misma aparece movilizada, casi asimilada al dominio industrial al que, constreñida por los imperativos de la lucha económica o de la guerra, parece cada vez más sometida. El poder resultante de esa nueva relación se desencadena en el curso de las dos guerras mundiales. En el momento en que el nazismo se apodera de Alemania, Husserl analiza la tecnificación del pensamiento matemático por medio del álgebra, como técnica del cálculo, que se habría efectuado desde Galileo: éste procede a una aritmetización de la geometría que en cierto modo, lleva por ella misma a una extenuación de su sentido.

Las idealidades realmente espació-temporales, tal como se muestran originariamente en el pensamiento geométrico bajo el título habitual de “puras intuiciones”, se transforman, por así decirlo, de puras y simples formas numéricas en estructuras algebraicas,”

La numerización es una pérdida del sentido y de la vista originarios, de la intención sidétka que funda la cientificidad como tal:

“En el cálculo algebraico se da por hecho que la significación geométrica se relega a un segundo plano, e incluso se la deja simplemente de lado; se calcula y sólo al final se recuerda que los números deberían significar magnitudes. Además, no se calcula “mecánicamente” como en un cálculo numérico habitual, se piensa, se inventa, eventualmente.se hacen grandes descubrimientos, pero con un desplazamiento inadvertido de sentido, que hace de éste un sentido ‘simbólico’,”

La tecnificación de la ciencia es su ceguera eidética. Como proyecto de matesis universalis, el desplazamiento de sentido que de ahí resulta dará lugar a una elaboración metafísica metódica. La aritmética algebraica, por medio de la cual la naturaleza se encuentra, a partir de entonces, sistemáticamente instruida e instrumentada,

“se encuentra arrastrada por ella misma […] en una mutación gracias a la cual se transformará pura y simplemente en […] un simple arte de obtener resultados gracias a una técnica de cálculo que sigue unas reglas técnicas. […] El pensamiento original, que da propiamente un sentido a ese comportamiento técnico y su verdad a esos resultados correctos […] se pone aquí fuera de circuito.”

La tecnificación es lo que hace perder la memoria, como ya era el caso en el Fedro: en el conflicto entre sofistas y filósofos, la logografía hipomnésica amenaza la memoria anamnésica del saber, y la hipomnesia corre peligro de contaminar cualquier memoria y, con ello, incluso de destruirla; con el cálculo, que determinará la esencia de la modernidad, lo que se pierde es la memoria de las intuiciones eidéticas originarias, fundadoras de todo proceder apodíctico y de todo sentido. La tecnificación por medio del cálculo introduce al saber occidental en la via de un olvido de su origen que es también olvido de su verdad. Esa es “la crisis de las ciencias europeas”. Perdido el objeto mismo de toda ciencia, es necesaria una refundación que implica la tecniñcación del mundo. Necesidad enunciada en un contexto histórico donde

“grandes humanistas […] como Cassirer y como Husserl trataron, en los años treinta, de oponer al ascenso de la ‘”barbarie” fascista diversas formas de “rejuvenecimiento” de la filosofía racional moderna.”

La refundación de una filosofía racional ya no es el objetivo de una analítica existencial: si la tecnificación del saber sigue estando en el centro de la meditación heideggeriana de la historia del ser, la ratio aparece ahí consagrada en su esencia al cálculo; es un devenir técnico que es el a-razonamiento de toda ente. Pero, mucho más profundamente, el destino y la historicidad son pensados desde una técnica originaria, que trama tanto los análisis de la mundaneidad de finales de los años veinte como la meditación del “otro pensamiento” de “Tiempo y ser” en la época de la cibernética, pasando por la lectura de Antigona en la Introducción a la metafísica, “La época de las imágenes del mundo” e “Identidad y diferencia”.

El tema del olvido domina el pensamiento heideggcriano del ser, el ser es histórico, y la historia del ser es su inscripción en la tecnicidad. Y si la verdad es pensada ella misma a partir de un olvido, lo es en la medida en que la determinación del sentido de aletheia hace eco de la reminiscencia platónica tal y como la determina su oposición a la memoria hipomnésica que, sin embargo, es el destino del ser como olvido del ser.

Pensar la verdad como un salir fuera de la “retirada”, y la historia del ser como un olvido, será pensar el tiempo en el horizonte de una tecnicidad originaria como olvido originario del origen. El olvido se inscribe a la vez

— en la constitución esencial del Dasein como instrumentalidad o utensilidad y, a través del utensilio, como cálculo,

— en la historia (occidental) del ser pensado desde los presocráticos como homoiosis, desde Platón como exactitud (ortotés) y con Descartes y Leibniz, a partir del principio de razón que determina la matesis universalis, como cálculo.

La meditación heideggeriana de la técnica sólo se hará clara, por mucho que lo sea, al ser comprendida desde esos dos planos a la vez uno, estructura existencial del Dasein, como relación con el tiempo determinado por la intratemporalidad, otro, como destino de la historia occidental del ser, a través de la historia “metafísica” de la filosofía en la que el ser es presencia, y que caracteriza una comprensión vulgar del tiempo “comprendido” desde el ahora de la intratemporalidad determinada por el cálculo y por los instrumentos de medición del tiempo. La tarea del pensamiento es entonces “deconstruir” la historia de la metafísica repitiéndola, y volver a la cuestión originaria de) sentido del ser. Semejante proyecto del pensamiento parece tanto más consistir en una “critica” de la técnica moderna cuanto que ésta es aprehendida como realización efectiva de la metafísica.